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LA MASONERÍA SEGÚN LAS ESCRITURAS
(1737)
La divinidad y lo sublime de la
masonería tal como aparece en los oráculos sagrados...
Al muy respetable gran maestro de
la antigua y honorable sociedad de los masones libres y aceptados,
este texto está a él dedicado por el más humilde y obediente
servidor de su señor. El autor.
La masonería según la Escritura
"Por lo tanto, el Señor, el Ser eterno, dice así: He aquí que yo
fundo en Sión una piedra, piedra de fortaleza, piedra angular,
escogida, sólidamente cimentada... Haré del derecho un cordel, y
de la justicia un nivel" (Is. 28, 16-17).
Habiendo ordenado el edificio del
universo en número, peso y medida, y habiendo echado los cimientos
del mundo, Dios nuestro muy sabio maestro desplegó el cordel sobre
sí, y, como dice Job, lo suspendió en el vacío por (medio) de una
misteriosa geometría. Se convirtió así en la imagen sensible de la
masonería divina, cuyo eterno plan, cuyo modelo arquetípico, era
el objeto de su sabiduría y de su inmenso conocimiento antes de
que el mundo fuera. Todo lo hizo gracias a su Hijo, que le era
fiel en todos los asuntos de su Casa, y distribuyó a sus obreros y
servidores sus tareas y sus pagas. Nada cumplió Dios sin trazado,
sin modelo en su decreto oculto, que secretamente guarda al abrigo
de las miradas humanas. Pues sus caminos son insondables; sus
pasos son ignorados; ¿quién ha comprendido al Espíritu del Señor,
o quién ha sido su consejero? Las huellas de su omnipotente
providencia subsisten en el jardín de la noche; él mismo habita en
una luz inaccesible; pasa a nuestro lado y no le vemos. El masón
celestial es un excelente obrero; pero, ¿quién puede dar cuenta de
la manera como engendra, de su nombre o del nombre de su Hijo? Él,
cuyas primeras actuaciones tuvieron lugar hace tanto tiempo, es
invisible como el camino de un águila en el aire, como la aguja de
un reloj de sol (a mediodía), o como la revolución silenciosa de
la gran rueda del mundo, hasta que él alcance el punto final en
que el edificio deberá ser derribado, y su materia dispersada en
la región del infinito.
En Heb., 11, 10, Dios es llamado
el constructor de la ciudad y de sus fundaciones.
Se le describe ciñéndose él mismo
de fuerza, apoyando un compás sobre la superficie del abismo,
desplegando los cielos como un pabellón, y afirmando la tierra
sobre sus pilares; fijando el número de las estrellas, llamándolas
a todas por sus nombres; construyendo las cámaras del sur bajo la
bóveda del firmamento; pesando las colinas y las montañas en los
platillos de una balanza. Además, dice David, su secreto no es
sino para aquellos que le temen; a ellos mostrará su pacto. Si
obráis con rectitud, ¿no seréis aceptados? dice Dios. En cada
nación, aquel que teme a Dios y obra rectamente es admitido por
él. Pero, ¿puede un hombre hacer salir lo limpio de lo que está
sucio? Nadie llega al ungido, al constructor de la Casa, si el
Padre no le conduce hasta su enviado. Debe ser fiel a la
obligación cristiana que ha prometido; debe observar las reglas
particulares de la compañía y de la santa comunión, (vivir) en el
amor fraterno, separado del mundo y sin conformarse a él. Debe
edificarse a sí mismo y edificar a los demás como piedras
vivientes, según el mandamiento de su maestro, en todo lo que es
digno de elogio, y debe esperar a la Jerusalén de lo alto, cuyos
muros son de piedras preciosas, y su pavimento de oro puro.
El Libro de Dios, su voluntad y
sus obras son los modelos de la masonería sagrada. Está llena de
sublimes misterios, no comunicados a todos. No todos toman parte
en el Espíritu de Dios, sólo son hermanos de la santa liga
aquellos que han (recibido) la adopción para poder decir Abba,
Padre. No tengas miedo, pequeño rebaño, dice el ungido, yo te he
escogido y (retirado) del mundo, que no me conoce a mí ni conoce
al Padre; pero yo le conozco, y te lo he mostrado. ¿Puede darse a
una compañía decreto más elevado y venerable que los emblemas y
las imágenes de la comunión, que están colocados tan comprimidos
en el volumen del Espíritu santo como las estrellas que centellean
alegremente en la bóveda del cielo? Somos llamados el edificio de
Dios, su obra, su templo, su morada, a la que ha prometido volver,
y ha fijado su domicilio entre nosotros.
Caín no fue aceptado porque abatió
a su hermano. Una lección para todos los hombres fieles y
benévolos: construyó una ciudad que, al no estar hecha con
justicia y virtud, no fue masonería; la moralidad y la piedad son
tan esenciales a la ciudad como la arquitectura. Los constructores
de Babel fueron dispersados, ya que no poseían ni los signos de la
verdadera masonería ni el espíritu que la caracteriza. Nuestros
padres antes del diluvio vivían en tiendas, imagen del tabernáculo
de la ley y del deseo de nuestro Señor de erigir su tienda con
nosotros en el Evangelio, y de conducirnos a su Casa sobre el
monte Sión, construida en la roca eterna. La estructura de estas
tiendas fue el primer punto exterior de la masonería sagrada en
ser inventado. San Pablo, el gran doctor de las naciones, y de
esta isla, como insinúa Clemente, era un fabricante de tiendas,
tal como leemos en el libro de los Hechos. Dios es el Padre de las
luces, el autor de todo bien y de todo don perfecto, y entre otros
dones el de la masonería es un talento divino. Moisés dice de
Betsael en Ex. 25 que Dios el Dios lo llenó de su Espíritu de
sabiduría, de inteligencia, de conocimiento en toda clase de
obras. Noé construyó el arca siguiendo las instrucciones del
maestro celestial. Moisés hizo todo el exterior del edificio
(guardando) la Ley según el modelo (mostrado) en la montaña. Y
nosotros asentamos los mejores cimientos, lo más profundamente, en
la humildad, ofreciendo nuestra habilidad a Dios y a su gloria;
así, el alma construye con la mirada puesta en el cielo, sin
(correr el riesgo) de la confusión de una segunda Babel.
¿Qué decir de los pilares de Seth,
de la construcción de Babilonia por Nemrod, del templo, del trono,
de la flota y de los palacios de Salomón, del complejo de Tamar en
el desierto, cuyas asombrosas ruinas todavía subsisten, del templo
de Diana en Éfeso, de las estatuas y las imágenes de Nabucodonosor
y otros, de la reconstrucción del templo por Ciro y Herodes, de
las galerías y los patios del palacio de Assuerus, que (el libro)
de Esther describe ornado de columnas de mármol, y dotado de capas
de oro y de láminas de alabastro incrustadas de esmeraldas? Todos
estos ejemplos de esta sublime ciencia, y otros que (igualmente)
se encuentran en los escritos inspirados, son una (fuente)
continua de elogios para ella, y citarlos todos se convertiría en
una fastidiosa repetición.
Permitidme más bien ilustrar y
afinar el proyecto (de esta ciencia) profundizando en los ejemplos
que ofrece la Escritura. Señaladas sociedades, formadas según los
principios de la sabiduría, de la virtud y de la bondad, que no
comunican enteramente su medio de unión, su misterio específico a
nadie más que a sus miembros, son y han sido siempre una práctica
de todos los tiempos y naciones. Dice Dios: he amado a Jacob, y a
Esaú le he odiado, es decir: He aceptado y preferido a uno antes
que a otro. De hecho, Dios hizo de la raza de Abraham una sociedad
elegida, un pueblo particular que debería ser la regla de la
masonería. David comprendió que no había actuado así con ningún
otro pueblo, y que los paganos no tenían conocimiento de sus
leyes. Estas últimas eran el secreto de la comunidad judía, y
estaban asociadas en el culto judío a símbolos y a signos
sensibles. Además, nadie, excepto el sumo sacerdote una vez al
año, podía penetrar en el Santo de los santos; nadie más que él
podía pronunciar el nombre de Dios, estatuir sobre los leprosos,
probar las aguas de los celos, responder por los Urîm y los Toumîm,
y cumplir otras funciones propias. Éstos son secretos (ignorados)
por las naciones. ¿Hubo entre las naciones reyes que poseyeran
estas leyes y esta inteligencia? Y la ley, el culto, el arca, eran
signos exteriores del modo de unirse.
La primera comunicación de Dios al
hombre fue una regla particular, asociada al signo del árbol del
conocimiento del bien y del mal. Adán fue expulsado del jardín por
haber roto su obligación; el arco iris fue para Noé y su
posteridad un signo del nuevo pacto de Dios. La Ley y el Evangelio
son pactos que incluyen obligaciones. Los signos (dados) a Abraham
eran la circuncisión y la aparición de los mensajeros. Los
patriarcas y sus familias formaban una sociedad separada del mundo
y agradable a Dios, que poseía los signos de su palabra y un
sacrificio no comunicado a los paganos, aunque imitado por ellos.
La perfección de la Ley y la obra de santificación fueron hasta
entonces en gran medida exactas.
Moisés fue instruido en toda la
sabiduría de los egipcios, y en particular en el dominio de la
masonería. Él, Jacob y los demás tenían visiones y revelaciones,
no acordadas al mundo, y sus prosélitos debían jurar su obligación
antes de poder ser aceptados. Buscaban una ciudad permanente no
hecha por mano de hombre, aunque el velo sobre el rostro de Moisés
probaba que existían misterios que todavía no habían sido
revelados. De esta tradición recibieron los paganos sus propia
doctrina, reservada sólo a los iniciados. El Credo era
antiguamente una palabra, una prueba entre dos cristianos
destinada a permitir que se reconocieran en todo lugar. Se le
llamó después un símbolo, un signo; otros signos eran las
ceremonias exteriores.
Desde la antigüedad hasta este día
no se permite a los catecúmenos penetrar enseguida en todo lo que
concierne al cristianismo; hay todavía una doctrina oculta en las
revelaciones, los profetas y otros libros, y la primera noción de
los escritos apocalípticos no estaba, como tampoco está,
indiferentemente abierta a todos.
En sus instrucciones, san Pablo
establece una distinción entre la leche y el alimento sólido, así
como hace una distinción entre los principios y la perfección. El
ungido enseñaba mediante parábolas a un pequeño número (de
discípulos). La Iglesia del ungido es una sociedad de masonería
espiritual, escogida en el mundo, que se comunica con signos
exteriores y que asiste a misterios. Ella tiene efectos
discernibles con el ojo espiritual, no por el hombre natural. Se
le llama casa, construcción; el ungido es la piedra angular, y los
apóstoles los cimientos. Subsiste gracias a la edificación (de sus
miembros), es el único edificio bien concebido, y éste es todo el
trabajo de la vida cristiana que expresa el término de masonería.
El ungido tenía muchas cosas que decir a sus discípulos, pero en
su tiempo no podían entenderlas, y nosotros todavía miramos a
través de un cristal opaco. Hay misterios en la Iglesia del
ungido, el maestro masón que negó a los fariseos el signo que
otorgó a los apóstoles. Sus instrucciones son excelentes, tanto en
el plano de la moral como en el de la inteligencia de esta última.
De muchos círculos trazados uno dentro de otro, el último es el
más cercano al centro. Igualmente, la grandeza y la vida pública
no son pruebas de beatitud, y el último puede ser el mayor en el
reino de Dios. La firmeza del símbolo de la escuadra nos enseña
que la verdadera sabiduría no debe ser quebrantada; y el nivel
(nos enseña) que el corazón sigue siempre sus inclinaciones sin
alcanzar un enderezamiento, que jamás es igual, y por ello no
encontramos aquí abajo ni reposo completo ni satisfacción.
Una regla que intenta ser justa
nos prohibe abandonar nuestra razón por nuestras pasiones, y (nos
obliga) a conservar la regulación (ejercida) por el juicio. El
corte de las rocas con el cincel nos enseña que el arte y la
industria superarán las dificultades. Un ingenio hidráulico nos
enseña que el pecado nos obliga a compensar nuestra labor con
nuestras lágrimas. Una rueda que no mueve a ninguna otra a menos
de ser ella misma movida nos muestra que nuestro propio corazón
debería estar preparado ante los sentimientos que queremos
inspirar, y que deberíamos amar a Dios para poder ser amados. Una
pirámide nos muestra que deberíamos, aunque aparentemente fijados
en el suelo, aspirar al cielo. Una columna nos muestra que los
inferiores son el soporte de los superiores, un templo que estamos
dedicados a la virtud y al honor. Un compás que traza un círculo
de un solo trazo muestra que una acción puede tener consecuencias
sin fin, tanto en el bien como en el mal. Y el hecho de que una
columna invertida parezca más grande en su parte inferior nos
enseña que el Espíritu (también reside) en la adversidad y en la
muerte, que las aflicciones deberían animarnos, y que la pérdida
de la vida (debería) recordarnos una gozosa resurrección.
Hay un principio vital emanado de
Dios en esas piedras y esos minerales que son la materia primera
de la masonería. Dios es todo en todos. Pero así como los ojos de
los apóstoles estaban constreñidos a no poder reconocer a nuestro
Señor en su cuerpo espiritual, sólo un pequeño número es capaz de
discernir el fuego interior de la tierra cuando madura los frutos
de este elemento, así como los minerales utilizados en la
construcción y en la vida cotidiana, y que exhala constantemente
un vapor que san Juan comparaba con la hoguera y el humo del
infierno. Oremos para que la voluntad de Dios pueda realizarse
sobre la tierra como en el cielo, que la energía y las potencias
de la naturaleza puedan subsistir gracias a su presencia, con
respecto a la cual David declara que nada podría disimularla. La
sal de la tierra nutre a las piedras, como el maná alimentó a los
israelitas en el desierto. De ahí viene que los adeptos nos
enseñen que esta sal es llamada con el nombre de Dios, ‘eheyeh, Yo
soy, que es el autor y la vida de esta sal, así como ésta lo es de
otros seres. San Juan, cuya Revelación es el programa de la
masonería espiritual, conocía la piedra blanca, y vio al Hijo de
Dios ceñir alrededor de su pecho un cinturón de oro.
El número 3 aparece de manera
señalada en el Libro de Dios para ilustrar la Trinidad: el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo; (está) el cuerpo, el alma y el
espíritu; el hebreo, el griego y el latín puestos encima de la
cruz; Santo, santo, santo, dicen los serafines; (está) el día en
que (Jesús) trabaja, aquel en que descansa y aquel en que volverá
a trabajar; Job, Daniel y Noé, los tres profetas que se habrían
salvado juntos; Eliphaz, Sophar y Bildad; Ananías, Azarías y
Misaël, Shem, Ham y Japhet. También los tres hijos de Adán más
conocidos, que eran Abel, Caín y Seth; están además los de Terah,
de quienes hemos recibido las promesas, Haran, Nahor y Abram. En
fin, tres ángeles aparecieron; tres joyas (adornadas) de piedras
preciosas se hallaban sobre el pecho de Aarón; tres letras
componen la raíz de cada palabra hebrea; tres veces al año los
judíos debían acercarse a Jerusalén; tres días durante los cuales
Jonás estuvo en la ballena, y el ungido en la tumba. Hay tres
Juanes: el Bautista, el Evangelista, y Marcos, sin contar con que
hay otros Marcos distintos a éste.
Por su parte, el número 7 era el
del (día del) sabbat, cuando el Creador descansó de sus obras; 7
es el número del jubileo, del año de gracia; los siete ojos de
Dios son mencionados, así como los siete brazos del candelabro del
templo; está el libro de los siete sellos, y siete ángeles, los
siete meses (de la construcción) del tabernáculo. El templo fue
construido en siete años. La sabiduría séptuple y la providencia
de Dios se muestran en sus acciones. La Pascua se celebra siete
veces siete días antes (del don de) la Ley. Éste es un ejemplo de
la presencia de los números más perfectos en la Biblia.
Jeremías recibió la orden de
construir y de demoler. Fue para disuadir la impiedad, (el signo)
del riesgo de que se construya para ver a otro habitar, o de que
el Señor abandone el edificio a la desolación. Las piedras del
muro gritaron contra la opresión y la injusticia. Es un estímulo
al deber, y (el signo) de que la palabra de Dios es capaz de
construirnos en derechura, y también (el signo) de que probará la
obra de cada hombre mediante el fuego, para demostrar que no se
puede poner cimiento distinto de aquel del cual él mismo es el
fundamento, el ungido salvador. Es un aliento a la caridad, a que
seamos edificados juntos para (convertirnos) en una morada de Dios
en el Espíritu, y a que mantengamos firme la profesión de nuestra
fe hasta que la piedra rechazada por los constructores se haya
convertido en cabeza de ángulo. Es un estimulante para la
obediencia (saber) que aquel que ha construido todas las cosas es
Dios.
La palabra masón, que es una de
las últimas palabras exotéricas (el nombre trascendente, el nombre
sagrado, es menos conocido y no puede ser verdaderamente
pronunciado más que por los iluminados) viene del francés maison,
que significa casa. Somos la morada del ungido, dice el apóstol en
Heb. 3, 6. El Señor construyó Jerusalén, dice David en el salmo
147, 2. Ha trazado un camino hacia ella. El ungido es el camino en
Jn. 14, 6. Abre la puerta que introduce; el ungido es la puerta en
Mt. 7, 13; y nos regala en su morada con su cuerpo y su sangre los
frutos de la rectitud. No os enorgullezcáis, dice el ungido, de
tener a Abram por Padre, pues Dios es capaz de hacer brotar hijos
de Abram de estas piedras. El ungido es llamado por el apóstol el
peñasco espiritual, y la conversión de nuestros corazones de
piedra en corazones de carne es (el efecto) de su redención, que
nos aporta para nuestro arrepentimiento. (Dice en) Jn. 14, 2: En
la casa de mi Padre hay muchas moradas. Morada viene de maneo,
morar, que sugiere un objetivo a alcanzar cuando se es miembro de
la logia celestial. Muchas iglesias y condiciones particulares son
etapas en el camino que conduce a la casa que ningún terremoto
puede destruir y que ninguna tempestad puede sumergir. Lo que era
de su Padre también era suyo. Todo lo que posee el Padre me
pertenece, dice el ungido; y es como si nuestros bienes también
fueran suyos. En la esperanza de ello, los elegidos, aquellos que
son aceptados, siempre se han lamentado: ¡Desgracia a mí, por
residir en Mechek y habitar entre las tiendas de Kedar!
Por su parte, una temible
representación de la logia celestial (Gen. 28, 16) arrancó a Jacob
esta exclamación: Esto no es sino una casa de Dios, y es la puerta
del cielo. ¡Álzate! dijo Dios, he puesto ante ti una puerta
abierta que nadie puede cerrar (Ap. 3, 8). La Iglesia es la Casa
de Dios, y está en todas partes. Job la encontró en la tierra,
Ezequías en su lecho de muerte, Jeremías en su celda, Jonás en el
mar, Daniel en la fosa, los tres niños en la hoguera ardiente,
Pedro y Pablo en la prisión, el ladrón en la cruz. El cuerpo,
llamado templo del Espíritu Santo, debe ser reconstruido en la
resurrección en vistas a la adoración durante el reposo eterno. La
Iglesia, la Casa de Dios, era antaño llamada, dice el Doctor Donne,
el famoso deán de Saint-Paul, oratorio (porque se) pedían a la
providencia divina las cosas necesarias. Pues vanos son nuestros
esfuerzos sin su asistencia. A menos que el Señor construya la
Casa, los obreros trabajarán en vano, dice David.
Y Mt. 21, 44: Aquel que caiga
sobre esta piedra fracasará, y aquel sobre el cual caiga, ella le
triturará. Aquel que ofenda al ungido, la piedra sobre la que se
apoyó Jacob, será confundido. Y si en el juicio ella cae sobre el
delincuente, su peso le aplastará más fuertemente a como la piedra
de David (aplastó) la frente de Goliath, y le destruirá incluso
más que la tumba.
Así como los lugares santos del
templo de Diana fueron preservados, así nosotros somos un modelo
de lo divino. Aunque los cielos de los cielos no puedan
contenerle, se aloja en un corazón contrito. David rezó para tener
un frenillo sobre el umbral de sus labios. El hombre interior es
el lugar santo, el coro, y las bellas cualidades son sus tesoros y
sus ornamentos. El santo de los santos es la conciencia
arrepentida, en la que la fe y la caridad son dos querubines que
recubren la misericordia de las sillas. Aquí está el oráculo
divino, el Dios de quien dan testimonio nuestros espíritus que son
sus hijos. Sólo el gran sacerdote, el salvador, puede entrar aquí
y contentarnos.
Aquí se encuentra el arca de la
Ley, el maná del perdón y de la consolación, el candelabro dorado
del entendimiento iluminado, los panes de la rememoración, el velo
de la rectitud, con el que el salvador oculta nuestros defectos;
las columnas, los utensilios, las decoraciones, son la verdad y la
justicia, ornamentos de un espíritu bien dispuesto, que son de
gran valor ante los ojos de Dios.
Las elevaciones de este género a
partir de la Escritura son infinitas. No hay un aspecto de la
masonería, desde el porche hasta las murallas, del umbral y del
dintel asperjado contra el mal mensajero, hasta la cámara elevada
donde los apóstoles se reúnen; no hay un instrumento, desde el
hacha que Eliseo ordenó recuperar hasta la plomada del profeta, ni
una figura, desde la línea hasta el círculo de los cielos, que no
estén santificados por una mención expresada en la lengua de
Canaan. Y la referencia a la totalidad de este sistema, en
cualquier sociedad, está autorizada por los muchos paralelos (que
se encuentran) en la tribuna sagrada de la Escritura.
Pero en el momento de la
consumación de todas las cosas, la ciudad de nuestro Dios tiene
doce puertas para que los elegidos penetren por el este, por el
oeste, por el norte y por el sur, a fin de residir en el reino de
Dios. La puerta estrecha es el pasaje a lo que se llama belleza,
por el cual entraremos en el corazón (al son de) la alabanza.
Es así que David prefería ser
guardián del umbral antes que habitar en las tiendas de la
perversidad. La condición para poder pasar esta puerta es creer en
el salvador; los dos (senderos ascendentes) laterales son la
paciencia y la inocencia; el techo es la caridad. Permaneced
firmes en la fe, dice san Pablo. De aquí viene que la Iglesia
tienda a que la fe sea llamada pilar y fundamento de la verdad. La
entrada de este jardín está guardada por la espada flamígera de la
justicia divina. El muro (del recinto) no puede ser medido más que
por la caña del ángel. Es un secreto para la razón humana. Por
siempre está en la cumbre de las colinas eternas. Aquellos que las
frecuentan son justos y perfectos.
Ser, en virtud de la obligación
cristiana, miembros libres de esta ciudad consiste, como Agustín
decía de Roma, en exaltar la arcilla como si fuera mármol, y en
revestirnos de nuestra Casa de lo alto, que en los cielos es
eterna.
COMENTARIO
John Tillotson
(1630-1694) masón y arzobispo de Canterbury |
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John Tillotson
(1630-1694) fue deán de la catedral de San Pablo de Londres y en
1691 fue arzobispo de Canterbury. En 1675 patrocina la impresión
de “Principios de la religión natural” de Wilkins. Fue adversario
del Duque de Cork. Buen orador y autor de varios sermones que
fueron editados: “Cincuenta sermones y la regla de la fe” (1691);
“Cuatro sermones sobre la divinidad y la encarnación de nuestro
bienaventurado Salvador” (1693); “sermones póstumos” (1692).
Una selección
póstuma apareció en 1737 con el título “selección de discursos
sobre diversas cuestiones”, contiene un ensayo titulado “La
masonería según las escrituras” que fue publicado posteriormente
en el vol. 74, pp. 89-98, de "Ars Quatuor Coronatorum", Londres,
1961. He aquí algunas de las ideas de Tillotson:
I.- Las bases
tradicionales de la M:. El simbolismo basado en la arquitectura se
encuentra ya en la Biblia. Para ello invoca y compara diversas
citas bíblicas; “He aquí que yo fundo en Sión una piedra, piedra
de fortaleza, piedra angular, escogida, sólidamente cimentada...
Haré del derecho un cordel, y de la justicia un nivel" (Is. 28,
16-17). Y “En Heb., 11, 10, Dios es llamado el constructor de la
ciudad y de sus fundaciones. Se le describe ciñéndose él mismo de
fuerza, apoyando un compás sobre la superficie del abismo,
desplegando los cielos como un pabellón, y afirmando la tierra
sobre sus pilares; fijando el número de las estrellas, llamándolas
a todas por sus nombres; construyendo las cámaras del sur bajo la
bóveda del firmamento; pesando las colinas y las montañas en los
platillos de una balanza”.
II.- La nueva Babel: “Moisés dice
de Betsael en Ex. 25 que Dios el Dios lo llenó de su Espíritu de
sabiduría, de inteligencia, de conocimiento en toda clase de
obras. Noé construyó el arca siguiendo las instrucciones del
maestro celestial. Moisés hizo todo el exterior del edificio
(guardando) la Ley según el modelo (mostrado) en la montaña. Y
nosotros asentamos los mejores cimientos, lo más profundamente, en
la humildad, ofreciendo nuestra habilidad a Dios y a su gloria;
así, el alma construye con la mirada puesta en el cielo, sin
(correr el riesgo) de la confusión de una segunda Babel ¿Qué decir
de los pilares de Seth, de la construcción de Babilonia por Nemrod,
del templo, del trono, de la flota y de los palacios de Salomón,
del complejo de Tamar en el desierto, cuyas asombrosas ruinas
todavía subsisten, del templo de Diana en Éfeso, de las estatuas y
las imágenes de Nabucodonosor y otros, de la reconstrucción del
templo por Ciro y Herodes, de las galerías y los patios del
palacio de Assuerus”.
III.- Los misterios heredados por
la masonería revelados por Dios: signos y palabras: “nadie,
excepto el sumo sacerdote una vez al año, podía penetrar en el
Santo de los santos; nadie más que él podía pronunciar el nombre
de Dios, estatuir sobre los leprosos, probar las aguas de los
celos, responder por los Urîm y los Toumîm, y cumplir otras
funciones propias. Éstos son secretos (ignorados) por las
naciones. ¿Hubo entre las naciones reyes que poseyeran estas leyes
y esta inteligencia? Y la ley, el culto, el arca, eran signos
exteriores del modo de unirse”. Cabe habalr de una transmisión o
linage de los poseedores de la Palabra que “Buscaban una ciudad
permanente no hecha por mano de hombre”. Así, “La primera
comunicación de Dios al hombre fue una regla particular, asociada
al signo del árbol del conocimiento del bien y del mal. Adán fue
expulsado del jardín por haber roto su obligación; el arco iris
fue para Noé y su posteridad un signo del nuevo pacto de Dios. La
Ley y el Evangelio son pactos que incluyen obligaciones. Los
signos (dados) a Abraham eran la circuncisión y la aparición de
los mensajeros. Los patriarcas y sus familias formaban una
sociedad separada del mundo y agradable a Dios, que poseía los
signos de su palabra y un sacrificio no comunicado a los paganos,
aunque imitado por ellos... Moisés fue instruido en toda la
sabiduría de los egipcios, y en particular en el dominio de la
masonería. Él, Jacob y los demás tenían visiones y revelaciones,
no acordadas al mundo, y sus prosélitos debían jurar su obligación
antes de poder ser aceptados”.
IV.- La transmisión de la palabra
en el cristianismo; el esoterismo cristiano: “El ungido enseñaba
mediante parábolas a un pequeño número (de discípulos). La Iglesia
del ungido es una sociedad de masonería espiritual, escogida en el
mundo, que se comunica con signos exteriores y que asiste a
misterios. Ella tiene efectos discernibles con el ojo espiritual,
no por el hombre natural. Se le llama casa, construcción; el
ungido es la piedra angular, y los apóstoles los cimientos.
Subsiste gracias a la edificación (de sus miembros), es el único
edificio bien concebido, y éste es todo el trabajo de la vida
cristiana que expresa el término de masonería. El ungido tenía
muchas cosas que decir a sus discípulos, pero en su tiempo no
podían entenderlas, y nosotros todavía miramos a través de un
cristal opaco. Hay misterios en la Iglesia del ungido, el maestro
masón que negó a los fariseos el signo que otorgó a los apóstoles.
Sus instrucciones son excelentes, tanto en el plano de la moral
como en el de la inteligencia de esta última. De muchos círculos
trazados uno dentro de otro, el último es el más cercano al
centro”. “Jacob esta exclamación: Esto no es sino una casa de
Dios, y es la puerta del cielo. ¡Álzate! dijo Dios, he puesto ante
ti una puerta abierta que nadie puede cerrar”(Ap. 3, 8). “El
hombre interior es el lugar santo, el coro, y las bellas
cualidades son sus tesoros y sus ornamentos.
Con todo ello,
Tillotson alinea en la tendencia de la religión natural aunque
utilizando fuentes exclusivamente cristianas. En el fondo se trata
de un alegato sobre los orígenes y fundamentos cristianos de la
M:.
Han quedado bastantes compilaciones de sus sermones, como
Cincuenta sermones y la regla de fe (1691), Cuatro sermones
referentes a la divinidad y a la encarnación de nuestro
bienaventurado salvador (1693) y los Sermones póstumos
(1694). Una recopilación de algunos de ellos, titulada
Selección de discursos sobre diversos temas (Select orations
on various subjects), impresa a título póstumo en 1737, contiene
el texto
On Scripture masonry. Fue publicado posteriormente en Ars
Quatuor Coronatorum, Londres, 1961, vol. 74, pp. 89-98 . Ha
sido comentado por Patrick
NEGRIER (recop.)
Textes fondateurs de la tradition maçonnique, 1390-1760,
Paris, 1995, pp. 355-370.
http://en.wikipedia.org/wiki/John_Tillotson
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